sábado, 5 de junio de 2010

Alma....

Pensemos sobre la vida, los sueños, las ilusiones, los deseos, los motivos, la tristeza, el amor, el miedo....., todo esto nos rodea cada día, cada momento, cada vez que acariciamos nuestro corazón, siempre atento a un beso, a un silbido del aire que pasa en cada respiración. Existe un jardín, lleno de coraje, libre de hipocresías, y denso de colores dentro de nuestras almas. Cuidar este jardín es cuidar nuestras vidas, nuestro día a día, nuestras miradas, nuestro calor, nuestro cantar y danzar, nuestro caminar paso a paso, es el subir esa escalera que nos enseñaron al nacer, pasar de un peldaño a otro, a veces con una baranda, otras con una mano amiga y otras con el esfuerzo de nuestra soledad.

No pensad que la soledad es mala amiga, es la pureza de nuestro ser, en las relaciones humanas podemos disfrutar de los demás, podemos dar y recibir, pero es cuando estamos solos, cuando mejor pensamos, y sentimos qué somos, y qué estamos haciendo, nuestra persona está en su estado más puro, no hay filtros, ni normas, ni bien, ni mal, sólo sentimos, deseamos, reflexionamos y analizamos. Más cuán agradecido es tener una persona con quien compartir todas esas cosas que te suceden, todos los temas filosóficos que te surgen sólo por existir, por estar, por respirar.

Da miedo pensar cuántas cosas tenemos guardadas que no damos, exteriorizamos la parte menos positiva y los besos, abrazos, cariño, ternura....., los solemos enviar al mismo rincón de lo inutilizable, ¿por qué tenemos que negar todo eso tan grande y significativo? ¿para qué ocultar sonrisas bellas?, es muy satisfactorio que alguien te sonría de corazón, porque amigos, en la vida lo que vale y lo que cuenta proviene del corazón, de eso que tanto se habla y nadie ha visto, del alma, pero cuánto se siente ese alma, cuánto duele, cuánto ríe, y cuánto llora. Pues aquí es donde tenemos ese jardín, esas flores de mil colores, aquí es donde guardamos todas las tintadas que no utilizamos en nuestras vidas, aquí saltan nuestros sueños, ríen nuestras ilusiones, y juegan nuestros deseos, aquí existe el agua, la tierra, el viento, la música, la pureza y la verdad. Buscad dentro, mirad que hay en todos un terreno donde no hay ni bien ni mal, donde nadie más que vosotros lo puede ver y sentir, porque no hay nada más bello que conocer el centro de nuestra alma.

Pero no hay que olvidarse de todos esos pájaros que vienen a beber a nuestra fuente, buscan nuestra agua, persiguen nuestra bondad y nos necesitan, es necesario alimentar al que se nos acerca, porque nos necesitan y piden lo mejor de nosotros, y eso sólo se encuentra en ese maravilloso jardín.

Todos los días intento darme un paseo por el mío, y recojo unas flores para regalarlas, permitidme que hoy os la regale a vosotros desde mi corazón, desde mi libertad, desde mi paleta de colores, desde la textura de mi alma.

jueves, 3 de junio de 2010

Silencio!.....

Ocurrió en los días del silencio. En esos días que se suceden como cuentas de un rosario, sin la interrupción de ningún suceso que merezca ser recordado. Y es que, cuando se entra en un camino sin curvas, la monotonía del paisaje cotidiano hace que la más leve ondulación cobre un relieve, quizás incomprensible, a los ojos de un viajero acostumbrado a la senda empedrada, sin asfaltar. Lo abrupto hace variar, rectificar la marcha. La comodidad del aire acondicionado adormece y aleja, a veces por siempre, del calor y el frío de la vida.

Ocurrió por casualidad, o tal vez no. Es difícil, por no decir imposible, encontrar sin haber buscado, ver sin haber mirado, oír sin haber escuchado. “No hay más casualidad que la planificada”. Siempre lo había creído pero, la certeza de esta convicción no evitaba la sorpresa en cada hallazgo de su vida.


Y ella, sin duda, había sido un hallazgo.


El deseo, cuando surge, lo hace sin avisar, pero siempre nace en un terreno abonado para él. Puede prender de una insignificante semilla, fruto de un leve, casi imperceptible, intercambio de miradas. La germinación es instantánea y ni el frío ni el calor, o mejor aún, gracias al frío y al calor, crecerá incansable en la mente, alimentándose de la angustia y la esperanza que él mismo genera.

Angustia y esperanza, sentimientos contrapuestos que conjugados en el tiempo y el espacio pueden obrar el milagro de dotar de vida. Son el primer paso en un largo camino que se empieza a recorrer con ilusión y cuyo destino final, atrayente y misterioso, evita dar marcha atrás.

Sentir... Hay veces, que ningún precio es demasiado alto por el privilegio de sentir. Los sentimientos, reconfortantes o no, eso no importa tanto, son la vida y el desvanecimiento de estos deja, tan solo, un cuerpo inanimado tras de si.

¡Y qué fácil es caer en el olvido de la vida! Ese olvido que apenas da motivos suficientes cada mañana para comenzar un nuevo día. Ese olvido que hace de la noche una sombra oscura guardiana de la nada, porque sólo la nada puede ser soñada, cuando se ha perdido el sentimiento en el vivir.

Atrapado en el olvido, así estaba, como tanta y tanta gente que justifica sus derrotas importantes, esas que obligan a mantener la mente tranquila, el alma dormida, repitiéndose absurdos discursos sobre lo que es fundamental para triunfar en la vida, cómodas mentiras que conducen al estancamiento o total anulación de ésta.

Grises días velando con sus cenizas el brillo que los ojos en otro tiempo lucieron.
Y fue ella, con su mirada serena, con su paso tranquilo, con su alma dolida, la que lo despertó, sin saberlo. La que lo liberó de la mortal atadura de lo seguro, la que le dotó de esa rebeldía olvidada que justifica un sueño lejano, arraigado con fuerza, en la secreta necesidad de ser vivido.

Ella, un reflejo de color transparente. Desde el primer momento la sintió así. El efímero reflejo de un alma atormentada. El cálido color de una esperanza no muerta. La inocente transparencia que no pide más que lo que está dispuesta a dar.

Poco importaba que su amor fuera de esos imposibles. Que la relación dependiese de tantos cabos, que nunca acabara de amarrarse. Que la viera partir día tras día a otra casa, a otra vida, a otro mundo lejano y casi hostil, asesino de vida, de sueños y de esperanzas. Poco importaba todo eso porque ella, le había despertado.

Ahora le tocaba a él soñar en silencio, solitario, pero no en soledad, porque siempre había en sus noches un reflejo de color transparente cuya compañía la vivía tan cierta como el propio amanecer.